La música nos ha acompañado desde los albores de la humanidad. Antes de que el hombre de las cavernas comenzara a golpear piedras con un palo, las aves ya cantaban y el viento soplaba entre las hojas creando melodías sublimes de la madre Tierra. Incluso antes de que existiera la Tierra, en algún lugar del universo habían seres creando música. Porque la música es inherente a la existencia.
Mucho antes de que comenzáramos a hablar de música, ella existía. Algunos afirman que el Universo fue creado por el cantos de los dioses, o que el Cosmos es una inmensa sinfonía divina, yo no lo sé, pero sí sé que el impulso hacia la música es natural en los seres con capacidad de sentir.
Los animales sienten la música, he visto perros que ladran al ritmo de las melodías que cantan artistas ambulantes, y gatos que escapan al oír el sonido de una guitarra.
Pero sobre ellos, está la capacidad humana de percibir la música. Ésta influye en los estados de ánimos del que escucha. Una melodía suave y lenta, con cambios sutiles entre cada nota es capaz de transmitir la sensación de tranquilidad. De la misma manera que tonos muy agudos y chillones, con ritmo frenético transmiten tensión, nerviosismo, etc.
Y no sólo tenemos esa tremenda capacidad perceptiva, sino que además creativa. El acto de escuchar música supone además un acto de creación, porque es nuestro cerebro el que va juntando los pedacitos melódicos y cada una de las pistas que llegan a nuestros oídos para transformarlo en un todo que se reproduce en nuestra mente y tiene eco en el corazón.
Es increíble como al escuchar música con tambores y vocalizaciones podemos reconocerla: "es música africana", o al escuchar una cítara y mantras es música hindú. De la misma manera la música popular es fácilmente reconocible. Y casi todos podemos distinguir un clásico de Bach, Beethoven o Mozart.
Cuando alguien compone música, está retratando algo que ocurre en su interior. Es una forma de expresarse, de liberación de la energía interna. En cada nota el autor está dejando una emoción, transmitiendo desde el inconsciente a la realidad. Algunos de los más grandes compositores afirmaban que podían escuchar la música en sus cabezas antes de plasmarla en la partitura. Otros, a veces al tocar una nota sentimos cuál debe venir después. También están aquellos compositores que escriben casi fortuitamente y luego tocan para ver cómo suena. En todos los casos se está abriendo el espacio musical como un templo de autoconocimiento y desarrollo interno. Porque el autor, al ver su obra, se ve a sí mismo. Y si esta califica como obra maestra, muchas personas podrán sentir lo que el artista quería transmitir, o sentía, o intuía.
Sin embargo, puede ser que la obra no sea "maestra", pero un oyente atento logra descifrar el contenido oculto de la melodía, logra "leer entre líneas" si i el estado anímico en el cual se encuentra, o su experiencia de vida al fin y al cabo, está en sincronía con el alma de la obra que escucha.
Existen varias formas de componer música. La forma clásica es escribir en una partitura, que es una hoja con 5 líneas y 4 espacios que representan las notas musicales. Los distintos signos musicales representan el tiempo que debe ser entonada la nota y la llave de sol, de fa o de do indica en qué clave está la partitura, en qué escala. Ésta forma de componer requiere de conocimientos previos de teoría musical, para poder imaginarse lo que uno está escribiendo. Al mismo tiempo el intérprete que desee tocar una partitura debe tener esos conocimientos para descifrar la literatura musical.
Pero existen otros métodos de composición. Los guitarristas y bajistas pueden componer en tablatura, que son 6 o 4 líneas simulando las 6 o 4 cuerdas según corresponda. En las líneas se escriben números, que indican qué espacio del mástil del instrumento debe tocarse en ese momento, así, alguien que no maneja la teoría musical puede tocar casi cualquier pieza. El único inconveniente de esta manera de componer es que pocas veces se indica el tiempo de la melodía y de cada nota, por lo que el intérprete debe conocer de antemano la obra que intenta tocar.
También se puede componer con acordes, para pianos, guitarras y todos los instrumentos que pueden tocarlos. Los acordes son combinaciones predefinidas de 3 a 5 notas que llevan el nombre de una de ellas.
Estas tres formas de componer suelen combinarse entre sí, para dar una idea más clara de la pieza musical.
Además de estos métodos, hoy existe la composición digital, para la cual sólo se requieren conocimientos básicos de uso del computador. Varios programas vienen con melodías predefinidas que pueden ser combinadas para crear verdaderas obras maestras.
Finalmente lo único importante es querer plasmar un sentimiento, una experiencia, una dolencia, una alegría en un lenguaje universal. Para eso se debe dejar de perder el tiempo en Facebook, en Twitter, en la televisión y dejarse un espacio personal para explotar todo eso que hay en el interior de cada uno. Todos tenemos algo que expresar, siempre, y qué mejor manera de hacerlo que a través de un lenguaje que supera todos los idiomas, todas las razas, todas las diferencias: La música. Como ya sabes existen múltiples maneras de crearla, ya tienes tu voz para partir y tus manos para percusión, en internet hay tutoriales para todo tipo de instrumento y también para todo tipo de programas de composición, así que ¿Qué esperas? ¡HAZ MÚSICA!